Huachicol fiscal: la mayor fuga económica en la historia moderna de México

Estrategia$
Lunes, 23 de septiembre de 2025

Por años, México ha sido víctima de un robo sin precedente: el huachicol fiscal. Caracterizado por una evasión sistemática de impuestos por la importación y comercialización de combustibles, esta operación ha drenado recursos públicos con una eficiencia brutal. No se trata solo de los litros robados en ductos, sino de miles de millones de pesos que desaparecieron a través de la manipulación de fracciones arancelarias, subregistro de volúmenes, elaboración de documentación falsa y la creación de redes binacionales de triangulación. Un fraude técnico, sí, pero con graves consecuencias humanas.

Gracias a la filtración de la carpeta de investigación de la Fiscalía General de la República (FGR), se calcula que tan sólo en 2024, el huachicol fiscal arrebató a las finanzas del país poco más de 177 mil millones de pesos. Y que las redes de corrupción que se crearon abarcan todos los niveles y ramas de gobierno, a cientos de integrantes de la iniciativa privada y a varios de los cárteles de la delincuencia organizada. Un entramado de dimensiones insospechables que ponen al descubierto hasta dónde llega la podredumbre de Estado en México.

Para tener idea de la magnitud del saqueo, con los recursos de 2024 se pudieron haber construido 35 hospitales regionales de alta especialidad, capaces de atender enfermedades complejas que requieren tecnología de punta y equipos multidisciplinarios.  Algo mucho mejor que lo que tiene el IMSS actualmente en Mexicali.

Pero el atraco no solo se registró en 2024. Entre 2019 y 2024, se estima que el país dejó de recaudar poco más de 654 mil millones de pesos. Con estos recursos se pudieron haber construido poco más 1 mil 308 hospitales de primer nivel. O bien 129 campus universitarios similares a la UNAM. O pavimentar poco más de 7.5 mil kms de avenidas urbanas con 3 carriles por sentido o construido 216 centrales eléctricas.

El megafraude supera en impacto económico al Fobaproa, mismo que generó una pérdida estimada de 552 mil millones de pesos. O la estafa maestra con 7.6 mil millones. O el huachicol físico (ordeña de ductos) con 60 mil millones de pesos.

En otra línea de comparación, se tiene que en 2024 el huachicol fiscal representó casi una cuarta parte de toda la inversión pública federal, lo que equivalió a un recorte invisible de 22.7 por ciento. En promedio, entre 2019 y 2024, 1 de cada 7 pesos que pudo haberse invertido en beneficio de la sociedad se privó por el huachicol fiscal.

En general, el delito no solo representa una pérdida recaudatoria: es una fuga estructural de dinamismo económico. Si el dinero evadido entre 2019 y 2024 se hubiera canalizado como inversión pública eficiente, el país habría crecido entre 0.4 y 0.7 puntos porcentuales adicionales por año.

En 2024, por ejemplo, el país creció apenas 2.4%, pero el monto perdido por huachicol fiscal habría generado un impulso adicional de 0.66%, elevando el crecimiento potencial a 3.06 por ciento. En años de bajo dinamismo como 2019, cuando se creció apenas 0.1%, el impacto habría sido aún más significativo, pues el crecimiento observado se habría multiplicado por seis para un resultado de 0.61% total. Incluso en 2020, durante la pandemia, la caída del PIB fue de -8.2%, pero con la inversión del monto evadido esta cifra se habría reducido a una contracción de -7.74 por ciento.

El análisis anterior lleva a una verdad incómoda: el dinero robado no está en México. No se reinvirtió, no se tradujo en consumo interno ni en generación de empleo.  Y es que, si circulara en la economía formal, se vería un mayor dinamismo en sectores clave. Pero no es así. El crecimiento económico ha sido modesto, por lo que una parte de las oportunidades potenciales se han perdido en estos últimos siete años.

Por lo anterior, la pregunta obligada es ¿Dónde está el dinero del huachicol fiscal? El comportamiento del PIB sugiere que dichos recursos se han sumado a la fuga silenciosa de capitales y lavado transnacional.

En este contexto, es de llamar la atención que la respuesta social y política ha sido tibia hasta ahora. No hay indicios de una indignación masiva, ni exigencia ciudadana, ni campañas públicas que traduzcan este robo en términos comprensibles. Si bien se hacen señalamientos en las legislaturas federales, los partidos de oposición no han estado a la altura de las circunstancias. Y mientras, el gobierno federal utiliza argucias y distractores para evitar que el país despierte ante la rapiña fiscal sin parangón.