Rivalidad entre Estados Unidos y China: Un eco de la historia con Japón

Estrategia$
Lunes, 14 de abril de 2025

La historia tiene una forma peculiar de repetirse, y las tensiones actuales entre Estados Unidos y China evocan paralelismos inquietantes con los eventos que precedieron al conflicto entre Estados Unidos y Japón en la Segunda Guerra Mundial. Aunque los contextos son diferentes, las dinámicas subyacentes de competencia, percepción de amenaza y estrategias de contención presentan similitudes que merecen un análisis profundo.

En los años previos a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos impuso embargos económicos a Japón, restringiendo el acceso a recursos estratégicos como el petróleo y el acero. Estas medidas buscaban frenar la expansión militar japonesa en Asia, pero también intensificaron las tensiones, llevando a Japón a considerar acciones más agresivas, culminando en el ataque a Pearl Harbor. Hoy, Estados Unidos aplica tácticas económicas similares contra China, como aranceles desproporcionados y restricciones tecnológicas, con el objetivo de limitar su ascenso como potencia global.

La percepción de amenaza es otro punto en común. En los años 30 y 40, Japón era visto como un rival militar emergente que desafiaba la hegemonía estadounidense en el Pacífico. De manera similar, China es percibida hoy como un competidor económico y tecnológico que pone en jaque el liderazgo global de Estados Unidos. Esta percepción ha llevado a estrategias de contención que incluyen alianzas militares en el Indo-Pacífico, apoyo a Taiwán y presión sobre aliados para reducir sus lazos con China.

Sin embargo, hay diferencias clave. En contraste con Japón, cuya economía dependía en gran medida de los recursos estadounidenses, China tiene una economía más diversificada e interconectada globalmente. Además, la interdependencia económica entre Estados Unidos y China hace que un conflicto armado sea más costoso y complejo. Pero esta misma interdependencia no ha impedido que las tensiones escalen, como lo demuestra la guerra comercial y las disputas en torno a Taiwán.

El riesgo de un conflicto armado, aunque improbable, no puede ser ignorado. La historia nos enseña que las dinámicas de acción-reacción pueden salirse de control si no se gestionan con cuidado. La clave para evitar un desenlace catastrófico radica en la diplomacia y en la capacidad de ambas potencias para aceptar un mundo multipolar donde el poder esté más distribuido.

En conclusión, la rivalidad entre Estados Unidos y China no solo refleja los desafíos de una transición de poder global, sino que también subraya la importancia de aprender de la historia. Si las lecciones del pasado no se toman en cuenta, el mundo podría enfrentarse a consecuencias devastadoras. La pregunta no es si el conflicto es inevitable, sino si las naciones involucradas están dispuestas a tomar las decisiones necesarias para evitarlo.